domingo, 3 de febrero de 2008

De Cooperativismo

Hola leeyentes!
Después de todo el revuelo formado por las grabaciones de David Moreno y Santos Vazquez, hoy os traigo una pequeña reflexión de un socio (y casi podría decir que amigo, después de todo lo que llevamos pasado...), Santón. Que bien escribe el jodio.

Reviviendo el cooperativismo.

Hace ya bastante tiempo que murió el cooperativismo. Al menos en su esencia. Los nuevos tiempos, la modernidad, las prisas, el consumo y otros muchos factores, casi todos emanados desde las esferas que nos gobiernas y nos organizan, han terminado asfixiándolo. Nos han ido relevando a nuestra parcela individual en la que nos “protegemos” de todo aquello que nos “intimida”. Y en ella nos apartamos de ese mundo tan cruel que quieren hacernos ver que existe de puertas para afuera. Y en ella, por consiguiente, nos aislamos de todo lo demás, incluidas las personas. Esas, con las que en otro tiempo compartíamos la calle, el parque, la tienda de la esquina y tantos otros lugares que siempre han sido punto de encuentro para los vecinos y los ciudadanos de un barrio, de una ciudad o de un pueblo.

Curiosamente, estos lugares siguen ahí, pero somos nosotros los que nos hemos apartado, magnetizados por una fiebre extraña que nos mantiene a distancia de ellos.

Mi casa, mi coche, mi bienestar, mi ... mi … mi …

Hemos desplazado de nuestro vocabulario la primera persona del plural cuando conjugamos los verbos y nos vamos atomizando progresivamente hacia un individualismo cada vez más preocupante.

Las escasas ocasiones que pueden propiciar el encuentro o el intercambio se saldan cada vez más a menudo con simples miradas que casi siempre son huidizas. Un niño o un bebé que, en el autobús o en el metro, nos lanza una sonrisa o nos regala unas palabras se convierte en un ejercicio incómodo que no sabemos resolver siempre de forma natural y agradable. La pregunta de un viandante, solicitándonos información, no siempre nos pilla con los recursos suficientes para atenderla con la humanidad que requiere. El cruce incesante de cuerpos (y fijáos bien, que digo cuerpos y no personas) que deambulan por el centro comercial abarrotado, nos resulta un ejercicio malabarista en el que hemos aprendido a caminar sorteando a unos y a otros para conseguir llegar a nuestro destino más sublime, que consiste en plantarse delante de un estante y tomar de él un producto que, en una buena parte de los casos, es superfluo.
Conclusión: nos vamos quitando de en medio a la gente para poder acceder a un producto.

Como se ha dicho tantas y tantas veces, ¿Quién nos puso la venda que tan bien lo hizo?. ¿Por qué no alcanzamos a saber que la tenemos puesta y a reconocer el daño que nos está haciendo y todo aquello que nos está impidiendo ver?. ¿Somos tontos, o qué?

Queda claro que la estupidez humana va “in crescendo”, porque si no, no serían posible estas situaciones cada vez más comunes a la vez que tan nocivas para el propio ser humano.

Y es por ello que es de agradecer la excepción. Resulta que, parapetados (no se sabe muy bien donde) se encuentran seres que se resisten a entrar en este juego y aprovechan las pocas oportunidades que les permiten las actuales reglas de juego, para salir de la madriguera y hacer saltar por los aires toda esta desidia y esa, casi universal, forma de ver el mundo y de relacionarse con él.

Y, claro está, me estoy refiriendo a aquellos que siguen creyendo en la persona como individuo y en el grupo como elemento colectivo que aglutina a las propias personas y que las enriquece a través de la unión, del contacto y del ejercicio de la comunicación.

Y brindo por ellos. Personas de carne y hueso, que trascienden más allá de este papel y de estas palabras que escribo. Que están ahí, que comparten conmigo su tiempo, sus inquietudes y sus ilusiones. Que no huyen, que no se encierran en sus nidos, que no se aíslan, que salen a la calle a manifestarse, que me apoyan cuando lo necesito, que me jalean cuando quieren manifestarme su reconocimiento, que saben que les brindo mi apoyo y mi esfuerzo cuando son ellos los que lo necesitan, que comprenden (comprendemos) que el espacio es común, que el sueño es compartido, que utilizan (utilizamos) la palabra con todo su poder y su fuerza y con toda la naturalidad que precisa el momento. Ni más ni menos.

Por eso me alegra que algo que nació como un simple trámite para poder conseguir una vivienda, se esté convirtiendo en un verdadero movimiento cooperativista.

Porque cooperativismo es eso: cooperar, poner el hombro y empujar todos juntos en la misma dirección.

¡¡¡ Como molan mis vecinos !!!

2 comentarios:

  1. Bueno bueno, como diría el Lobo en Pulp Fiction: "no empecemos todavía a comernos las pollas..."

    Estáis unidos por una causa común, y ese sentimiento de unidad y colaboración no se ha perdido (todavía). ¿O tengo que recordaros a Miguel Angel Blanco, o el No a la Guerra, o el 11M, o la mismísima Transición?

    La sociedad española está viviendo, efectivamente, un proceso de deshumanización individualista, guiado ciegamente por el resto de sociedades occidentales donde se está produciendo el mismo fenómeno. Lo que hace grande a la sociedad española es que, en los momentos clave, demostramos una unidad, una solidaridad, y un "saber estar", que es la envidia de Europa (exceptuando quizá Francia).

    Pero no mezclemos churras con merinas. El día que consigáis vuestras casas, os mudéis y empecéis vuestras vidas en ellas, tendréis los mismos problemas que todas las comunidades, seréis igual de fríos con los vecinos, y en las reuniones de la comunidad habrá el mismo porcentaje de cretinos que en todas las comunidades...

    ¿No hay ya esperanza? Si la hay, hay lugares de "irreductibles personas" donde la gente se reconoce por las calles, se ayudan si ven que hace falta, piden las cosas por favor, y conocen el nombre de los hijos de sus vecinos, incluso saben si les va bien en la escuela, porque mantienen el contacto humano. ¿Donde? Fuera de Madrid, lejos de las ciudades, en esos pueblos que, idiotas de nosotros, estamos dejando vacíos, pensando que las comodidades de la ciudad son lo que necesitamos para ser felices.

    Quien sabe, si al final no consigo casa en Getafe, puede ser lo mejor que me pase en la vida...

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  2. De acuerdo contigo en casi todo, Edu. Tan solo una matización.

    No debemos olvidarnos de lo vital que es mantener los pies en el suelo, pero también hay que comprender que la mente debe permanecer un poco más arriba.

    Pobre de aquél que renuncie a sus propios sueños pensando en que estos se acabarám cuando despierte.

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